Justicieros celestiales by Rafael Salcedo

Justicieros celestiales by Rafael Salcedo

autor:Rafael Salcedo
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Novela, Policial
publicado: 2014-01-29T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VI

Llegar a capitán con treinta y cinco años no era moco de pavo, recapacitó con una sonrisa disimulada Harry Miller, al mismo tiempo que jugueteaba con el llavero en forma de pistola que Nancy, su mujer, le regaló al entrar hacía ya muchos años en la Academia de Policía. Pensó en la fiesta que le tendría preparada en casa y se preguntó qué regalo le haría ahora, que se convertiría en la flamante esposa de un adulado capitán.

Mientras aguardaba impaciente ser recibido en el despacho del mismísimo alcalde de la ciudad, que le iba a entregar oficialmente su nombramiento como nuevo capitán de la policía metropolitana, Henry hizo recuento de los pasos dados en su vida hasta llegar a ese preciso momento en el que alcanzaba la primera meta que se había propuesto desde aquel lejano primer día, tan joven, sudando la camiseta y corriendo al paso firme ordenado por los instructores de la academia en la que comenzó su trayectoria hacia el éxito.

Precisamente aquel primer día, en aquella primera sesión de instrucción, le acompañaba su inseparable amigo desde la infancia, Joe Sims. Recién llegados desde su localidad natal de San Luis, eran dos pollos imberbes en manos de sargentos de hierro intentando que abandonasen la idea de ser policías en los primeros tanteos de su instrucción. Pero ambos eran altos, fuertes, como robles, criados en barrios humildes y sabían manejarse en circunstancias complejas que la vida les presentase.

Y aquella lo era, puesto que no todos los cadetes seguían adelante; no todos tenían la fuerza en su espíritu para sobreponerse a tan duras pruebas a las que eran sometidos. Pero él y Joe eran una excepción y salieron indemnes de aquellos primeros días hasta que, poco a poco, se hicieron con el control de la situación y les resultó pan comido seguir su formación hasta alcanzar la placa.

Se vio junto a Joe en el colegio, en el instituto, en las calles, en la academia y, después de recibir la graduación, vino la separación hacia destinos distintos. No se caía el mundo pero sí era una prueba para aquella amistad aquilatada durante toda una vida afrontada hombro con hombro.

Era extraño iniciar una etapa en la que no estaría Joe; aquel que siempre estuvo a su lado cuando había que zurrarse con los chicos de aquel otro barrio colindante al suyo, cuando aún siendo unos mocosos les birlaban a los tenderos alguna que otra chuchería que repartían como hermanos; cuando en el instituto se dedicaban a copiar a dos bandas, dándosela con queso a la profesora; cuando ambos comenzaron a trabajar con el padre de Joe y cada mañana debían incorporarse al trabajo en su serrería, en el que poco futuro tenían aunque sí una paga con la que iniciar sus borracheras en el bar del pueblo; cuando iban al prostíbulo de la ciudad cada sábado y se intercambiaban las chicas, acostumbradas ya a sus bromas interminables; cuando juntos decidieron poner rumbo a la Academia de Policía y dirigir sus pasos al mundo de la ley y el orden, del que ya no se apartarían.



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